Cuando estoy viva...
te escucho en el viento y en las olas, en la puerta que se cierra y en la lluvia fresca. Tu voz lo llena todo y me vacía, me calma.
Eres el susurro del ala de una mariposa, la sutileza en la caída de una hoja, la suavidad atrapada en la silueta de una flor recién abierta. Te me regalas en el abrazo del sol de la mañana y me contemplas en la mirada de la luna.
Me cuentas tus misterios en la nudoza corteza de un árbol centenario y me escribes poemas en las nubes que pasan dejando su blancura estampada en el cielo...y yo te hablo, y te pienso, te anhelo y te deseo.
Cuándo a veces las vanas ansiedades me alejan de lo eterno y me duermo y me pierdo y dejo de sentirte, de escucharte en el viento, en la lluvia, en las olas, en la puerta, en mí...dentro. Necesito que vengas y me abrazes, me acunes, me cantes, me rescates, me saques de mí misma y me lleves a puerto. Y ahí, contigo, a solas resucitar sin miedo.